miércoles, 31 de agosto de 2011

El Gerente y el Granjero

granjero Cuentan que un gerente muy importante, de una conocida multinacional, tuvo una crisis cardiaca por culpa del trabajo. Fue dado de baja y enviado al campo con el objeto de recuperar las fuerzas y relajarse un poco. Después de pasar dos días sin hacer nada, el hombre ya estaba harto de la vida bucólica y pastoril, y se aburría soberanamente. Así que decidió hablar con el granjero que le hospedaba y solicitarle alguna tarea sencilla para pasar el rato y ocupar el tiempo, a la vez que hacía algo de ejercicio.

Al día siguiente se levantaron temprano, antes que saliera el sol, el granjero, conocedor de la idiosincrasia de la gente de la ciudad, y temiendo algún estropicio irreparable, resolvió asignarle tareas simples en las que no pudiera causar daño alguno (incluyéndose a él mismo). "La tarea es muy sencilla", - dijo el granjero dándole una pala "solo tiene que recoger el estiércol de los cerdos que hay en el chiquero y repartirlo por el sembrado para abonarlo. Cuando termine venga a verme."

El granjero era propietario de más de doscientos cerdos, y el estiércol se acumulaba hasta la altura de la rodilla. Así que el hombre estimó que la faena le llevaría al gerente dos o tres días. Cual fue su sorpresa, cuando al cabo de tres horas apareció el gerente, sonriente con cara de satisfecho diciéndole: "Ya he terminado."

gerente Viendo que en efecto la tarea estaba terminada, y además con eficiencia, el granjero decidió asignarle otra. "Bien. Hay que sacrificar unos pollos ya que mañana vienen a recogerlos de la carnicería. Basta con cortarles la cabeza dijo (dándole un enorme cuchillo). Es un poco más complicado, pero seguro que puede hacerlo."

Había más de mil quinientos pollos para sacrificar, y supuso que el gerente no terminaría hasta bien entrada la noche. Incluso pensó en ayudarlo más tarde cuando terminara de recoger la siembra. Apenas habían pasado un par de horas cuando el gerente se presenta ante él, con toda la ropa y la cara manchada de sangre, el cuchillo mellado y la cara sonriente como un niño en el día de los Reyes Magos diciéndole: "Ya he terminado."

El granjero no salía de su asombro. ¡Increíble! Él mismo, acostumbrado a la dura vida rural, no lo hubiera hecho mejor: los mil quinientos pollos estaban amontonados en un lado, y las mil quinientas cabezas en otro lado. El granjero se rascó la cabeza pensativo. Llevó al gerente junto a un gran montón de papas y le dijo: "Muy bien. Ahora hay que separar las papas. Las grandes a la derecha y las chicas a la izquierda."

El granjero pensó que en menos de una hora vería otra vez al gerente pidiéndole más trabajo. Pero no fue así. Pasó la hora de comer, la hora de cenar, se hizo de noche y el gerente no aparecía. Creyendo que algo le había sucedido, el granjero asustado fue donde había dejado al gerente, y lo encontró sentado delante del mismo montón de papas, sin que hubiera separado ninguna.

"¿Le pasa algo?", preguntó extrañado.

El gerente se volvió con una papa en la mano y le contestó: "Mire, eso de repartir mierda y cortar cabezas es algo a lo que estoy muy acostumbrado, ¡¡¡pero esto de tomar decisiones...!!!"

¿Suena familiar? Para algunas personas, tener que pensar para tomar una decisión, es demasiado. Esta historia se puede aplicar fácilmente aquí en nuestro querido país, y no solo a los gerentes, sino también a otros puestos, incluyendo políticos.

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